jueves, abril 28, 2005

Una noche más

A veces pienso que la capacidad de soñar me abandona, en especial en las noches en que solamente soy capaz de ver en el mundo, una faceta especialmente aterradora y espeluznate(más bien debe ser un aspecto de mi mismo): La desesperanza.
Cuando esto sucede, las imágenes de innegables existencias surcan mi mente, impregnándola de no siempre agradables pensamientos (no, nada agradables en ocasiones).
La fantasía entonces es empujada a los más profundos lugares, resguardandose incluso de mi mismo.
Comienza luego la exasperación, al perderme buscando ilusiones en odiseas interminables, ocurridas entre el insomnio y el cansancio, al brillo del cielo carente de estrellas de la ciudad.

Hay sin embargo, viejos y poderosos remedios personales, contra los cuales ni siquiera la cerca del abatimiento puede imponer su insólita fuerza.
Entre las llanuras y valles apenas poblados, sobre agrestes montañas bajo el extenuante calor del desierto, 0 en medio de irrepetibles construcciones vegetales, en la selva, a orillas de un río; quizá a mitad de un extraordinario viaje a Marte, la música de Ennio Morricone me ha devuleto al mundo de distancias infinitas y posibilidades ilimitadas.

martes, abril 26, 2005

Cosa de juego

Escucha... ¿puedes distinguir ese sonido? No, no es el viento. Son las nubes que juegan, chocan y se ponen de acuerdo para formar nuevas figuras y sorprendernos.



Leve mosca,
tu juego estival
mi incauta mano
barrió.

¿Mas acaso no soy
una mosca como tú?
¿O no eres tú
un hombre como yo?

Pues yo danzo
y bebo y canto
hasta que una ciega mano
barra mi flanco.

William Blake
Songs of experience

viernes, abril 22, 2005

Encuentros

¿Qué es lo que tiene que ocurrir para que conozcas a una persona en especial? ¿cuantas casualidades han sucedido? Salir un poco más tarde o más temprano, chocar con alguien, tomar un camino distinto, amarrar tus agujetas durante el viaje, detenerte a comprar un dulce, un tropiezo al caminar, tomar un camión más lento -o más rápido (y la cadena sin fin sigue: ¿porque el camión va más deprisa o no de lo normal? ¿que sucedió en su trayecto?).
Cuando te encuentras con alguien, algo ha cambiado en el universo, pero apenas te detienes a pensar en ello.

Esta vez no me molestaré en escribir demasiado. No por mi cuenta, quiero decir. Voy a dejar una historia de Mario Benedetti, quizá mi favorita.


La noche de los feos
Mario Benedetti


1. Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.
Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.
Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos - de la mano o del brazo - tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.
Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.
Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.
Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.
La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.
La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.
Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.
"¿que está pasando?", le pregunté.
Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.
"Un lugar común", dijo. "Tal para cual".
Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.
"Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?" "Sí", dijo, todavía mirándome. "Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida." "Sí."
Por primera vez no pudo sostener mi mirada.
"Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo." "¿Algo como qué?" "Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad."
Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.
"Prométame no tomarme como un chiflado." "Prometo." "La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?" "No." "¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?"
Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.
"Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca."
Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.
"Vamos", dijo.
2. No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.
Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.
En ese instante comprendí que debía arrancarme ( y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.
Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos ( al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.
Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.
Lloramos hasta el alba. Desgraciados , felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.

miércoles, abril 20, 2005

Casandra

Príamo el rey de Troya tuvo cincuenta hijos. De ellos, entre las mujeres, ninguna era más hermosa que Casandra. Uno de los personajes más desdichados de la mitología griega.

Su belleza era tal, que el mismo Apolo quedó prendado de ella siendo aún muy joven. Esperando obtener sus favores, el dios le otorgó el don de la profecía, pero al no conseguir lo que esperaba, y no pudiendo retirar lo concedido, acompañó su regalo con una maldición: Podría ver el futuro, pero nadie creería en sus palabras.

Con el tiempo Casandra fue considerada por muchos como una loca, y su vida transcurría dedicada a sus labores como sacerdotisa.

Cierto día, perseguido por una multitud, llegó al templo donde ella se encontraba, un joven cuyo esplendor era por demás sobresaliente. Se acercó a el y conforme lo hacía, espantosas visiones iban tomando forma en su mente. Vio su ciudad en llamas, a su padre muerto y sus hermanos ensangrentados. Luchas sin fin y llanto en incontables rostros. Amargura, odio, violencia y finalmente destrucción. Las imágenes pasaban ante sus ojos cada vez más claras, cada vez mas reales… y terribles. El muchacho sería la ruina para Troya. Así lo dijo.
Sea porque le creyesen –por una vez en su vida o por cualquier otra causa -la turba que seguía al joven estaba dispuesta a matarle.
Casandra tomo el cuchillo y justo antes de extinguir la vida del cuerpo del desconocido, reconoció en él a su hermano. Era Paris, el hijo “perdido” de su padre. La vida le fue perdonada y Troya quedó condenada.

Después, cuando Páris se embarcó hacia Esparta, Casandra se opuso furiosamente al viaje. Sabía que las consecuencias de tal travesía no acarrearían nada bueno para la ciudad. Sus palabras fueron desechadas, rechazadas y temporalmente olvidadas [luego las recordaríamos nosotros]. Su hermano viajaría, cómo había sido aconsejado por Afrodita en su propia visión.
A su regreso a Troya, Páris trajo consigo a Helena y mil naves griegas tras él, llenas de hombres dispuestos a no dejar piedra sobre piedra de la hasta entonces gloriosa ciudad de altas murallas.

Casandra vagaba por el palacio, recorría salones y pasillos con los cabellos negros salvajemente agitados, el rostro pálido y desencajado, la mirada perdida. Hablaba de muertes, engaños, falsos ídolos, caballos, traiciones…

Y su belleza no menguaba. Hubo quien peleo por Troya con la esperanza de casarse con ella, y prometiendo expulsar a los aqueos. Todo en vano.

Cuando Héctor murió a manos de Aquiles y Príamo recuperó su cuerpo de entre los griegos; la primera en reconocer el cadáver desde las murallas fue Casandra.

Luego de diez años de sangrientas batallas, una mañana, los griegos desaparecieron, su campamento frente a la ciudad se había esfumado, y en su lugar, un gigantesco caballo de madera se levantaba. Discusión tras discusión, los Troyanos lo llevaron dentro de la ciudad. Casandra una vez más lo vio todo con anticipación. Habló triste y fuertemente, dijo que era un engaño, que introducir semejante “ofrenda” al interior de las murallas sería la desgracia última para todos. Una vez más lo había visto, lo había dicho todo tal y como ocurriría, lo había tratado de impedir, y una vez más fue ignorada. El caballo entró en la ciudad, y Casandra lloró.

Esa misma noche, la ciudad ardió en llamas. Pocos se salvaron de la matanza. Casandra se refugió en el templo, y sujetó el Paladión con todas sus fuerzas. Ayax el menor la saco a rastras, algunos afirman que incluso la había violado en el santuario, motivo por el que se ganó el odio de Atena.

Su condición paso de princesa a esclava. En el reparto del botín, Agamenón impresionado por su belleza, la pidió para si.
Antes de partir, consoló a su madre indicándole lo que estaba por venir: Los griegos no tendrían un venturoso regreso a casa; el infortunio de Odiseo, los sucesos terribles que sacudirían la casa de los atridas. Muerte tras muerte, la sangre seguiría corriendo entre los vencedores. Hécuba sólo atinó a compadecerla. Ni la perdida de la ciudad, su padre y sus hermanos había conseguido devolver la cordura a su hija.

Al llegar al palacio de Agamenón, Casandra fue viendo lentamente en sus visiones cual sería su muerte, las desgracias continuas que habían sacudido ese lugar maldito y las que estaban por venir. Supo como terminaría la existencia de su amo el gran rey de los aqueos y también el destino de sus asesinos. Por última vez hablo, y describió los pavorosos cuadros en su mente ante un grupo de desconocidos. No la entendieron…

Lentamente, se encamino hacia su destino. Agamenón chilló al ver el hacha que cortaría su cuello. Sus gritos llenaron las paredes del palacio mientras la vida le abandonaba. Casandra en cambio no emitió un solo lamento. Murió en silencio, sabedora del hado funesto que se había cumplido.



Alguna vez he pensado que mi vida es una calamidad… ¡Novato!

(“¡Novato!” lo he usado sin permiso.)

¡Gracias otra vez Ninf!

miércoles, abril 13, 2005

Una mota de polvo

La vieja idea de que el universo no es más que una parte de uno muchísimo mayor, y que, a su vez cada átomo del nuestro es un universo en si, me ha parecido siempre atractiva. Lo recordé hoy, al releer un capítulo de uno de mis libros favoritos: Cosmos, de Carl Sagan.

Su mano suave y regordeta recorrió la arena, removiendo la superficie y descubriendo, en cada ocasión, nuevos puntos brillantes que despedían reflejos de la luz del sol. Recogió un puño, lo abrió acercando la palma de la mano al rostro. Observó detenidamente, desde ángulos distintos, tratando de conservar las partículas más brillantes antes de deshacerse del resto con un soplido. Era ya casi medio día y había pasado toda la mañana empeñado en su tarea.
En su sueño, la noche anterior, había recogido hermosos destellos del suelo y en sus manos cada uno de ellos, se convertía en algo maravilloso.
Al levantarse, de inmediato había ido al jardín y comenzado a seleccionar burdamente, por puñados, la arena. La que parecía según su impresión, con más posibilidades de reflejar la luz. La depositaba en una caja metálica que había contenido galletas y que su madre le había permitido conservar.
Al medio día, justo cuando la caja estaba llena, sus amigos llegaron. Le preguntaron que hacía y el les explicó todo. Entonces, tomó un puñado de la caja. Apretó con todas sus fuerzas y al abrir la mano, sopló suavemente. Los granos de arena se dispersaron en el viento, iluminándose algunos, al ser tocados por los rayos solares y apagándose de inmediato otros.
Sin embargo, el espectáculo no le pareció demasiado impresionante a sus amigos. Probaron cada uno un par de veces, luego vaciaron la caja y decidieron jugar a otra cosa.

Al flotar en el aire, de forma ya imperceptible para los niños, la arena se agrupaba, chocaba entre si, y los puñados una vez compactos, se expandían hasta desaparecer, integrándose al polvo de la atmósfera.
En ese lapso de tiempo, aparecimos nosotros.... y ahora flotamos como una mota de polvo en el claro de la mañana.


¡Gracias Ninf! Por ayudarme a darle forma a este relato.

lunes, abril 11, 2005

Yo no lo sé de cierto

El nombre del blog, es parte del inicio de un poema de Jaime Sabines, aqui está:

Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre
algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.

Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.

Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.

(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo)


A Jaime Sabines lo escuché por primera vez en el radio, un día, hace muchos años, y por pura casualidad. Era una grabación de él mientras leia su poema de La Luna. Me gustó, pero nunca trate de buscar alguna recopilación de lo que había escrito. Creo que aquella vez, ni siquiera me quedo claro cual era su nombre.
Tiempo después, una amiga me enseñó esto (Maribel, ¿que ha sido de ti?), que a todo mundo siempre le recomiendo. Desde entonces es uno de mis poetas preferidos, sino el que más.

Me encanta Dios

Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.

Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida -no tu ni yo-, la vida, sea para siempre.

Ahora los científicos salen con su teoría del big banb... Pero ¿que importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.

A mi me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieo que el otro día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!

Viejo sabio niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de una manera increible.

Mueve una mano y hace el mar, y mueve otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.

Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia -se agita y crece- cuando Dios se aleja.

Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.

A mi me gusta, a mi me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.

domingo, abril 10, 2005

Este domingo...

Para no seguir pensando tonterías de como atrapar y luego torturar mi alma, crei que debía tener algún pasatiempo para cuando los comics, videojuegos, novelas, películas o CD's no me resultaran suficientes. Así que decidí buscar alguna de esas figuras a escala para armar. Hay una tienda especialista en esas cosas no muy lejos de casa, así que emprendí el camino en la tarde de hoy. Desafortunadamente no encontré ninguna adecuada, y es que ya saben que la cosa no es sencilla, porque no se trataba nada más de escoger alguna y pagar el precio, la figura también tiene que escogerte a ti, porque sino las cosas no funcionan. Es un poco complicado.

Pero, la sabiduria popular jamás ( o al menos pocas veces ) falla, y como ya lo dice el viejo y conocido refrán: No hay mal que por bien no venga. Al pasar por una librería pequeña, encontré dos libros que seguro me harán pasar buenos momentos. Uno es Soy leyenda, de Richard Matheson, y el otro es La voz de los muertos, de Orson Scott Card (¡No pense encontrar este último fácilmente!).

Bueno, además de eso, parece que los domingos por la tarde cuando no son las farolas milagrosas, algún evento compone mi estado de ánimo, que en este día de la semana en particular siempre está a punto de irse por la alcantarilla. Pues esta vez, y gracias a esa costumbre de voltear al cielo de vez en cuando, me toco ver unos increibles colores en el atardecer, y un dragón en forma de nube, imponente dirigirse hacia el Monte del destino allá a lo lejos, en donde el fuego del sol se extingue y da paso a las tinieblas. Lástima que no tengo cámara (si, la tecnología y yo no nos llevamos muy bien).

Quiensea que pinte nuestro mundo, debe hacerlo con mucho cariño, porque esos colores y esas figuras, nada mas de la nada no pueden salir (si, este es uno de los peores argumentos jamás utilizados en cualquier momento y lugar). ¿Que pensara el que firma el cuadro, cuando no nos damos cuenta de todo lo que hace por nosotros?

jueves, abril 07, 2005

Un cordón y mi alma

Dicen que si consigues medir tu sombra con un cordón, tu alma se queda atrapada en el.

Tengo curiosidad por hacerlo algún día, y ver si puedo extraer el alma de mi cuerpo, de cualquier lugar de mi cuerpo en que se encuentre, y encerrarla en ese cordón. Tomarla con las manos, verla de cerca, recorrer cada centímetro suyo mientras la sujeto con firmeza.

Quiero empaparla con mis lágrimas y luego presionarla, exprimirla hasta que se seque y se arrugue, hasta que parezca vieja y desgastada y ni una gota más pueda salir de ella. Enrollarla después y apretarla con mi puño, para estirarla entonces hasta que esté a punto de romperse por la tensión y se ponga delgada y tiemble.

Quiero ser yo el que la torture, y arreglarla después. Que no sean fuerzas que no conozco quienes le inflijan dolor.
Me convertiré entonces en sólo un montón de huesos y nervios que se mueven, pero que se van pudriendo poco a poco. No importa, mi alma estaría a salvo en mi bolsillo, o quizá pueda usarla para amarrar mis zapatos. Un buen día, tal vez, se suelte, me haga tropezar, y, con algo de suerte, perder lo que me quede de vida. Si el cordón se rompe, ¿quedará mi alma libre?

miércoles, abril 06, 2005

El sacrificio de las estrellas

Las estrellas se arremolinan en el cielo, su luz y su calor viajan por el universo, iluminando la superficie de incontables mundos. Antes de resplandecer por primera vez, una estrella sabe que, una vez comenzado el proceso, perderá la vida irremediablemente.

Lo acepta, porque las estrellas lo han sabido desde el principio, y aún así continúan brillando, encendiéndose, dispersando su luz por el espacio.

En un principio todo era oscuridad y tinieblas. Aunque ya había grandes cuerpos sólidos y opacos vagando por el cosmos, la vida, como la conocemos, no existía. Y las estrellas, entonces apagadas, decidieron sacrificarse... y brillar. Les costaría su cuerpo, perderían la vida, pero existía una posibilidad, remota, insignificante pero latente, de que su sacrificio pudiese expandir la vida por el universo.

Se entregaron a la tarea y pacientemente aguardaron mientras el infinito cambiaba y, si puede decirse, se expandía. La chispa de la vida podría aparecer en cualquier lugar, en cualquier momento. Entonces, en un pequeño lugar del cosmos, la materia y la energía se convirtieron en vida, con el tiempo, la vida tomo conciencia de si misma... y luego llegamos nosotros.
Ahora y desde entonces contemplamos el cielo, alzamos la mirada, admiramos la magnitud del universo y la belleza de los puntos de luz que para nosotros son las estrellas; narramos historias e imaginamos dioses. Millones de estrellas han perecido, y millones mas lo harán, pero el éxito de una sola de ellas basto para que la diversidad de la vida se multiplicase de forma casi inimaginable.

Hoy, las estrellas Siguen brillando en el infinito, y en algún lugar, una nueva chispa de vida podría encenderse

martes, abril 05, 2005

Mi cabeza está vacia

...

domingo, abril 03, 2005

Otro paraíso perdido

La magia siempre está presente en las pláticas con tus amigos cuando eres niño, o al menos es una presencia frecuente (si temen que esto degenere en un recuerdo de mi niñez, han acertado... ¡huyan ahora que pueden!).

En algunas noches, cuando tenía 6 u 8 años, cuando mis padres y los de mis amigos nos permitían estar en la calle algo más de lo habitual, la oscuridad solía volcar nuestra inquieta imaginación hacia historias algo más tenebrosas que las que podíamos concebir bajo la luz del sol. Las historias de fantasmas, brujas, monstruos, juguetes demoníacos y espectros solían aparecer cuando la noche tendía su manto (Jeje, así va una canción). Lo maravilloso de aquello era que no solo contabamos y escuchabamos con gran atención estos temas, sino que los creiamos, o al menos yo lo hacía (ahora resulta que el único que pasaba las noches sin dormir era yo). Pero no solo era el terror el que tenía la facultad de alejar el sueño de mis párpados. Las historias de robots, las naves espaciales, los extraterrestres, las princesas y las hadas eran todas respetadas entre nosotros.

¿Porque recuerdo esto ahora? La última vez que salí con unos amigos en la noche, fue el viernes antepasado. Esta vez, alrededor de 20 años mas tarde, la plática giro alrededor de nuestros trabajos, nuestra economía, las próximas elecciones, y alguno que otro tema de relevancia política internacional...

¡Cuanto tiempo ha pasado! ¿Se ha ido la magia de nosotros? Ahora las historias de fantasmas no nos quitan el sueño, pero... ¿no era preferible?

Antes de dormir, leere una buena historia de terror... ojalá tenga pesadillas.


"Entonces no te sentirás perdido
al tener que abandonar este paraíso, sino que poseeras
un paraíso dentro de ti, mucho mas dichoso.
Cogidos de la mano, lentamente y con paso vacilante
salieron del edén y emprendieron su solitario camino."

John Milton. El paraíso perdido.

sábado, abril 02, 2005

La muerte entre nosotros

En la película Las alas del deseo (y también en Un ángel enamorado, según me han contado, porque no la he visto), los ángeles están entre nosotros, caminan por la ciudad y escuchan nuestros pensamientos, en ocasiones nos ayudan reconfortandonos.

Hoy, mientras caminaba por la tarde en un centro comercial, me vino a la mente si no podría la Muerte caminar a nuestro lado, al igual o en lugar de los ángeles. No tiene porque haber una sola muerte, todos sabemos que su personalidad puede ser tan rica en formas, que ni siquiera podemos imaginar las variantes. Una para cada uno de nosotros. Por mencionar algunas de las facetas en que se presenta, está la que fulmina; la que, apropiadamente, se anuncia con la anticipación que le parece conveniente; la que se presenta y te lleva de sorpresa, pero tranquilamente y, desde luego; la que te acompaña toda la vida y va formando parte de ti... hasta que se apodera de tu cuerpo.

Puede que nos escucha, este enterada de lo que pensamos, y, quizá no siempre complacida, cumpla con su deber. Algunas veces, al revisar nuestra conciencia, nos da un poco mas de tiempo, sabedora de lo mucho que aún tenemos por hacer, conocer o enfrentar. Ella lo sabe, sabe que una vez que posa su mano en nuestro hombro, no tendremos otra oportunidad, y por ello su labor resulta agotadora, es un gran peso cargar con nuestras vidas.

Ahora mismo podría estar leyendo lo que escribo, aqui, a mi lado, y por una noche mas, decide no tocarme...

Hasta mañana.

viernes, abril 01, 2005

Siddhartha...

Esta vez, para variar, las palabras se niegan a venir a mi cabeza. ¿Que las aleja de ella? ¿sera un lugar tan desagradable? supongo que si, mi cerebro debe verse un tanto desordenado desde adentro, o tal vez al vez ni siquiera sea un sitio caótico, sino simplemente vacío, y eso es aún peor. Probablemente por ello deciden juguetear en lugares mas interesantes.

Para mi fortuna, me quedan las palabras que algunos genios han dejado para nosotros, finalmente, y cual título de canción, ¿no estamos parados en los hombros de gigantes?

"Siddhartha se inclinó, recogió una piedra y sopesándola con la mano dijo:

-Con el tiempo, esta piedra será tierra, y de esta tierra nacerá una planta, un animal o un ser humano. ¡Y bien! Antaño simplemente hubiera hablado así: esta piedra es sólo una piedra, una cosa sin valor, pertenece al mundo de Maya, pero como en la rueda de las transmutaciones puede llegar a convertirse en un ser humano, en un espíritu, he de reconocer su valor. Posiblemente en otros tiempos hubiera pensado de este modo. Pero hoy diré: Esta piedra es una piedra, es también Dios, y es también Buda; no porque un día pueda trocarse en esto o aquello la venero y la amo, sino porque todo lo es ya, desde hace mucho tiempo, desde siempre, y la amo precisamente porque como piedra se presenta hoy ante mi. Sus hendiduras y sus agujeros, su color amarillo y gris, su dureza, el sonido que deja escapar cuando la golpeo, la sequedad o la humedad de su superficie, todas estas cosas poseen valor y sentido a mis ojos. Piedras hay que son al tacto como el aceite o jabón, otras como hojas, otras como arena; y cada una tiene su peculiaridad y dice el Om a su manera, cada una es Brahma siendo a la par una piedra; y justamente por ello me gustan y me parecen maravillosas y dignas de ser adoradas..."

Después de una larga búsqueda, Siddhartha encontró lo que buscaba. Me pregunto si algún día tendre el valor de emprender mi propio viaje... ¿o será la vida toda esa travesía? si es así, espero, sin importar a que altura del camino lo consiga, encontrar lo que deseaba (aunque aún ahora, no lo tenga demasiado claro).