sábado, enero 21, 2006

Viernes por la tarde

Ayer por la noche, en viernes, no tenía nada que hacer después del trabajo. Así que fui al cine, sólo. Llegue al centro comercial alrededor de las ocho. Me lleve una sorpresa cuando vi que en cartelera, luego de varias semanas, seguía El mercader de Venecia. Es una película que cuando se estreno me dije que tendría que verla, pero luego ocurrió lo que sucede a menudo: Pasaron las semanas y sencillamente lo olvidé.
No podía dejar la oportunidad, y aunque la función comenzaba a las diez y todavía faltaban dos horas, compre el boleto. Lo extraño de ir sólo al cine es que parece que estas haciendo algo totalmente incomprensible. Pedí mi boleto y me preguntaron al menos tres veces si sólo era un boleto. Al menos los de los refresos y los nachos no hicieron lo mismo.

Para hacer tiempo antes de las diez, no podía dejar pasar la oportunidad de ir a ver que novedades había en la tienda de discos. Como siempre, nuevas cosas para comprar se agregaron a mi de por sí ya larga lista.
Aunque me encanta ir a las tiendas de discos, esta vez mi visita no pasó de más de una hora. Luego me sente y... bueno, lo bueno de ir sólo al cine es que tienes tiempo para pensar en cosas. Lo malo de ir sólo al cine es que tienes tiempo para pensar en más cosas.

El Mercader de Venecia

Como de tantas otras cosas, en lo que se refiere a Shakespeare, también soy un grandísimo ignorante. Así que, para variar, no he leído la obra. Lo cual, por esta ocasión, tuvo una ventaja. La trama me mantuvo expectante durante toda la película :D

A mi parecer, es una gran película. Centrada desde luego, en la maravillosa historia, y en las tremendas actuaciones de Al Pacino y Jeremy Irons (que a mi gusto es uno de los grandes actores con vida).

Más allá de cualquier efecto especial, lo que hace una historia memorable, es la forma de abordar los asuntos que día a día tenemos que enfrentar. El amor, ambición, venganza, amistad y todas esas pequeñas cosas que hacen que la experienca de vivir sea tan... interesante. Tal vez algún día me acostumbre a ella (pero espero sinceramente que no suceda).

Al terminar la película me fui a casa. Afortunadamente, no era ninguna historia de terror, porque hay pocos lugares más sobrecogedores que un centro comercial prácticamente vacio y con las cortinas de los locales cerrados. Sólo se escucha el eco de las propias pisadas, y es algo extraño.

Así fue como pase una tarde más de viernes. No, no fue la gran cosa, pero... ¡adoro los viernes!