jueves, marzo 15, 2007

Batalla perdida


Llegaron por miles y se instalaron frente a las murallas de Troya, de manera que cada uno de sus habitantes era consciente de la presencia de una amenaza aterradoramente real, un recordatorio más del destino funesto que se cernía sobre cada hombre y mujer, niño, anciano, esclavo o gobernante de la majestuosa ciudad.

Los oráculos fueron consultados una y otra vez, y la respuesta fue siempre la misma: Troya caería, sería consumida por el fuego y sus habitantes sometidos por las armas de los aqueos. La esclavitud y el ultraje aguardaban a las mujeres, el sacrificio y el abandono a los niños, la espada, el hacha o la lanza a los hombres. Los defensores habrían de perder la vida en la lucha. De las casas, palacios y templos no quedarían más que ruinas, cenizas y polvo.

Artesanos, comerciantes, campesinos y príncipes se transformaron en guerreros, dispuestos a derramar gota por gota de su sangre antes de entregar su hogar a los invasores. Cambiaron herramientas por armas y combatieron, combatieron durante diez años sabiendo que caerían elllos y su ciudad también.


El más valiente de los defensores tenía asegurada la muerte en la batalla, tal era la voluntad de los dioses conocida por él mismo ¿qué fue entonces lo que impulsó a estos hombres a enfrentar a sus enemigos durante diez años ante una derrota inevitable? ¿cómo pudo Héctor tener la fuerza para hacer frente a un enemigo que se sabe superior? quizá nunca podamos decirlo con certeza; lo único que sí podemos saber, es que cada día de lucha significó un día más de vida para Troya: la de las altas murallas.

viernes, marzo 09, 2007

Todo lo que se veía

"Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas, y las noches frías.

La situación geográfica y la altitud se combinaban para formar un paisaje único en el mundo. No era excesivo ni opulento; era el África destilada a seis mil pies de altura, como la intensa y refinada esencia de un continente...

.. Las panorámicas eran inmensamente vacías. Todo lo que se veía estaba hecho para la grandeza y la libertad, y poseía una inigualable nobleza"

Isak Dinesen, Memorias de África

Los nombres de los continentes me parecen de las palabras más bellas que puedo recordar, escucho Asia, América, Africa, Europa u Oceanía, y pienso en algo grande, inmenso. Escucho los nombres y pienso en paisajes majestuosos, selvas, desiertos, lagos o montañas extendiendose hasta el horizonte, cubriendo extensiones de terreno que una vida no basta para recorrer. Se dice que el mundo es más pequeño de lo que pensamos, y aún así es enorme, y sigue siendo maravilloso.

Uno puede mencionarlas con calma, detenerse en cada una dejandose llevar, notar el efecto que producen en la imaginación:

Asia

África

Europa

Oceanía

América

Todas distintas, todas hermosas ¿Cual es el origen de cada una? lo desconozco hasta el momento, ignoro su origen, pero me parece que hemos hecho una elección afortunada.

martes, marzo 06, 2007

Casualidades

Cuando menos lo esperas, a veces, llegas a descubrir las cosas más hermosas, y sabes que en adelante estarán ahí y podras volver a ellas cuando lo necesites. Ayer entré a la página de A media voz, escogí un nombre al azar y conocí a Julia Prilutzky:

Alguna vez, de pronto, me despierto...

Alguna vez, de pronto, me despierto:
Un dolor me recorre tenazmente,
un dolor que está siempre, agazapado,
por saltar, desde adentro.
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta que estoy sola
frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo
lleno de mis imágenes,
de rostros polvorientos.

Estoy sola, pero siempre estoy sola:
Es lo único cierto.
El amor era un huésped,
la soledad es siempre el compañero
que permanece al lado, inconmovible.
Lo único seguro, verdadero.
Oigo mi corazón, vieja campana
que dobla y que golpea,
que rebota en las sienes y en la nuca
y en la boca y los dedos.
Es cierto, tengo miedo.
Miedo de no poder gritar, de pronto,
de que ya sea demasiado tarde
para un ruego.
La costumbre ahoga las palabras
y alarga el desencuentro.
Ah, tantas cosas quedarán ocultas,
perdidas, sin recuerdo,
tantas palabras que no fueron dichas,
tantos gestos.

Unos dirán: Yo sé, la he conocido,
fue una ardiente rebelde,
se desolló las manos y la vida
por defender los que creyó más débiles.
Otros dirán: Yo sé, la he conocido,
era dura, malévola,
avara de ternura, con la boca
mostraba su desprecio.
Alguien dirá: Y cómo sonreía...
Qué importa lo que vendrá después del gran silencio.
Claro que tengo miedo.
Así, en la madrugada
mientras algún dolor -un dolor, siempre-
va hincando sus agujas en mi cuerpo,
abro las manos en la sombra dulce
para atrapar mi soledad, de nuevo,
y me quedo a su lado, sin moverme,
con los ojos abiertos
la vida detenida.
Toda mi sangre es un temor inmenso.



Todo esta dicho ya, ¿no es maravilloso? Intentaré hacerme con algún libro con poesías suyas porque sencillamente me encanta.