jueves, marzo 15, 2007

Batalla perdida


Llegaron por miles y se instalaron frente a las murallas de Troya, de manera que cada uno de sus habitantes era consciente de la presencia de una amenaza aterradoramente real, un recordatorio más del destino funesto que se cernía sobre cada hombre y mujer, niño, anciano, esclavo o gobernante de la majestuosa ciudad.

Los oráculos fueron consultados una y otra vez, y la respuesta fue siempre la misma: Troya caería, sería consumida por el fuego y sus habitantes sometidos por las armas de los aqueos. La esclavitud y el ultraje aguardaban a las mujeres, el sacrificio y el abandono a los niños, la espada, el hacha o la lanza a los hombres. Los defensores habrían de perder la vida en la lucha. De las casas, palacios y templos no quedarían más que ruinas, cenizas y polvo.

Artesanos, comerciantes, campesinos y príncipes se transformaron en guerreros, dispuestos a derramar gota por gota de su sangre antes de entregar su hogar a los invasores. Cambiaron herramientas por armas y combatieron, combatieron durante diez años sabiendo que caerían elllos y su ciudad también.


El más valiente de los defensores tenía asegurada la muerte en la batalla, tal era la voluntad de los dioses conocida por él mismo ¿qué fue entonces lo que impulsó a estos hombres a enfrentar a sus enemigos durante diez años ante una derrota inevitable? ¿cómo pudo Héctor tener la fuerza para hacer frente a un enemigo que se sabe superior? quizá nunca podamos decirlo con certeza; lo único que sí podemos saber, es que cada día de lucha significó un día más de vida para Troya: la de las altas murallas.