viernes, octubre 20, 2006

Escenas

Es una vieja tonada, de esas que uno ha escuchado en mil lugares distintos y siempre reconoce, aunque pocas veces recuerda el nombre. Es una canción alegre, pero en esta ocasión suena un tanto melancólica, si es que tal combinación es posible. Camino por los pasillos del metro preguntandome de donde viene, cuando alcanzo a distinguir, unos pasos adelante, a una pareja de ancianos. Él toca la armónica, la vista baja y concentrado en el sonido; aunque parece cansado mueve las manos con rapidez. La música fluye mecánicamente. A un lado está su compañera, una mujer que lo mira de cuando en cuando mientras sostiene un gastado sombrero en el que han caído algunas monedas.
Paso de largo y doy la vuelta para entrar en otro largo tunel, debilmente iluminado por pequeños puntos de luz que pretenden simular constelaciones. De repente regreso: nadie debe llegar a viejo y pedir limosna para sobrevivir. El simple hecho de vivir la vida hasta que las canas aparezcan y la gravedad debilite los huesos, es merito suficiente para que los días de ancianidad transcurran dignamente. No importa lo que has hecho en el camino, el final debería ser mejor. Deposito una moneda en el sombrero, son sólo cinco pesos, debe haber tres o cuatro pesos más en el fondo del gastado accesorio. ¿Porque no dí una moneda de mayor denominación? ¿debo ayudar a los otros sólo cuando no me vea perjudicado por ello? ¿o debería dar mi mano sin importarme lo que ocurra conmigo? ¿ayudar a desconocidos? ¿y mi familia? ¿y yo? ¿debería ignorar mi propia situación? otras personas son menos afortunadas que yo, ¿soy acaso responsable de ellas? quizá sea más fácil ignorarlas, o "ayudarlas" siempre siempre y cuando no me vea afectado por ello... que fácil postura la mía. ¿Predomina la indiferencia y la hipocrecía? ¿habra entonces alguna esperanza en el mundo?

Minutos después abordo el carro del metro que, como es costumbre a las siete de la noche, parece más una lata de alimentos en conserva que un transporte público. A mitad del camino noto un extraño silencio, que súbitamente ha impregnado el ambiente. Un movimiento inusual de gente parece formar círculo justo en el centro del vagón. En medio de todo, una persona se incorpora suavemente, casi ha caído, luce mal, pero ayudada por decenas de manos que le sostienen casi tiernamente, parece recuperarse. Es como... bueno, sólo a mi se me ocurre semejante comparación, es como el héroe de la película que luego de arriesgar la vida por lo que ama, cae inconsciente entre la gente que viaja por el tren de N.Y., es tan débil, tan vulnerable... cualquiera podría sacar provecho de la situación, pero en lugar de ello, recibe ayuda.

Quizá aún tengamos oportunidad, aún hay esperanza.