viernes, mayo 20, 2005

Mi guerra contra el reloj

Hoy decidí librar una batalla personal contra el reloj. No contra el tiempo, porque al final y por agotamiento, yo sería exterminado mientras él permanece inmutable (¿cambia el tiempo mientras permanecemos? ¿o el tiempo es siempre el mismo pero quienes cambiamos somos nosotros?), no, no me atrevería a desafiarle de manera abierta, al menos no en este plano existencial :D

Así pues, por la mañana, decidí dejar el reloj en la cabecera, no consultarlo durante el camino al trabajo, y quitarlo de la computadora. Me estoy guiando por el sol, las sombras, y mi apetito para la hora de la comida. Y cuando tenga que salir del trabajo, usaré mecanismos similares. Por la noche, la luna y las estrellas conducirán mis pasos.

Supongo que, en su momento, tener un aparato que nos permitiera medir el paso del tiempo (o nuestro paso por él), debe haber sido sorprendente. Finalmente dos personas podrían reunirse en el mismo punto de esa dimensión temporal, sin temor a interpretaciones subjetivas. Se podrían organizar las actividades cotidianas.

Ahora bien, al popularizarse, dejó de ser un invento al servicio del hombre, y sin que nos dieramos cuenta, nos hemos convertido en sus esclavos. Así es, el reloj domina nuestras vidas durante una gran parte de las mismas, sin que en la mayoría de lasa ocasiones estemos claramente conscientes de ello.

Tu despertador te levanta, y si tienes que ir a la escuela o al trabajo, tienes que contar los minutos exactos para el desayuno, el baño, la limpieza y el transporte. Llegas a tu destino, y consultas al maldito aparato para asegurarte de que has cumplido sus caprichos. Luego tus actividades se realizan al ritmo que te indica, e incluso la comida, queda sujeta a sus indicaciones. Cuando te quedas de ver con alguien, fijas el momento en que habrás de ver a esa persona, de acuerdo a tus verdaderos amos: las manecillas.
Viajes, trabajos, diversiones, comidas, citas... todo bajo su dominio (hasta la hora en que dejas un comentario en un blog)

Por hoy, seré libre de eso, al menos. Es una batalla que a la larga, también perderé. El día que tenga que tomar un avión, el lunes al sonar el despertador, cuando "mi jefe" (odio esa expresión) me pida entregar algo a tal momento.... caeré nuevamente. Pero por este día, al menos, ha sido divertido.

1 Comments:

Blogger Catusvulnus said...

Siempre queremos ganarle tiempo al tiempo, y creo que es una batalla que tenemos de antemano perdida.
El tiempo que desperdiciamos no lo recuperamos nunca, tampoco no lo podemos comprar, es algo que nos persigue todos los dias

11:06 a.m.  

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