miércoles, abril 20, 2005

Casandra

Príamo el rey de Troya tuvo cincuenta hijos. De ellos, entre las mujeres, ninguna era más hermosa que Casandra. Uno de los personajes más desdichados de la mitología griega.

Su belleza era tal, que el mismo Apolo quedó prendado de ella siendo aún muy joven. Esperando obtener sus favores, el dios le otorgó el don de la profecía, pero al no conseguir lo que esperaba, y no pudiendo retirar lo concedido, acompañó su regalo con una maldición: Podría ver el futuro, pero nadie creería en sus palabras.

Con el tiempo Casandra fue considerada por muchos como una loca, y su vida transcurría dedicada a sus labores como sacerdotisa.

Cierto día, perseguido por una multitud, llegó al templo donde ella se encontraba, un joven cuyo esplendor era por demás sobresaliente. Se acercó a el y conforme lo hacía, espantosas visiones iban tomando forma en su mente. Vio su ciudad en llamas, a su padre muerto y sus hermanos ensangrentados. Luchas sin fin y llanto en incontables rostros. Amargura, odio, violencia y finalmente destrucción. Las imágenes pasaban ante sus ojos cada vez más claras, cada vez mas reales… y terribles. El muchacho sería la ruina para Troya. Así lo dijo.
Sea porque le creyesen –por una vez en su vida o por cualquier otra causa -la turba que seguía al joven estaba dispuesta a matarle.
Casandra tomo el cuchillo y justo antes de extinguir la vida del cuerpo del desconocido, reconoció en él a su hermano. Era Paris, el hijo “perdido” de su padre. La vida le fue perdonada y Troya quedó condenada.

Después, cuando Páris se embarcó hacia Esparta, Casandra se opuso furiosamente al viaje. Sabía que las consecuencias de tal travesía no acarrearían nada bueno para la ciudad. Sus palabras fueron desechadas, rechazadas y temporalmente olvidadas [luego las recordaríamos nosotros]. Su hermano viajaría, cómo había sido aconsejado por Afrodita en su propia visión.
A su regreso a Troya, Páris trajo consigo a Helena y mil naves griegas tras él, llenas de hombres dispuestos a no dejar piedra sobre piedra de la hasta entonces gloriosa ciudad de altas murallas.

Casandra vagaba por el palacio, recorría salones y pasillos con los cabellos negros salvajemente agitados, el rostro pálido y desencajado, la mirada perdida. Hablaba de muertes, engaños, falsos ídolos, caballos, traiciones…

Y su belleza no menguaba. Hubo quien peleo por Troya con la esperanza de casarse con ella, y prometiendo expulsar a los aqueos. Todo en vano.

Cuando Héctor murió a manos de Aquiles y Príamo recuperó su cuerpo de entre los griegos; la primera en reconocer el cadáver desde las murallas fue Casandra.

Luego de diez años de sangrientas batallas, una mañana, los griegos desaparecieron, su campamento frente a la ciudad se había esfumado, y en su lugar, un gigantesco caballo de madera se levantaba. Discusión tras discusión, los Troyanos lo llevaron dentro de la ciudad. Casandra una vez más lo vio todo con anticipación. Habló triste y fuertemente, dijo que era un engaño, que introducir semejante “ofrenda” al interior de las murallas sería la desgracia última para todos. Una vez más lo había visto, lo había dicho todo tal y como ocurriría, lo había tratado de impedir, y una vez más fue ignorada. El caballo entró en la ciudad, y Casandra lloró.

Esa misma noche, la ciudad ardió en llamas. Pocos se salvaron de la matanza. Casandra se refugió en el templo, y sujetó el Paladión con todas sus fuerzas. Ayax el menor la saco a rastras, algunos afirman que incluso la había violado en el santuario, motivo por el que se ganó el odio de Atena.

Su condición paso de princesa a esclava. En el reparto del botín, Agamenón impresionado por su belleza, la pidió para si.
Antes de partir, consoló a su madre indicándole lo que estaba por venir: Los griegos no tendrían un venturoso regreso a casa; el infortunio de Odiseo, los sucesos terribles que sacudirían la casa de los atridas. Muerte tras muerte, la sangre seguiría corriendo entre los vencedores. Hécuba sólo atinó a compadecerla. Ni la perdida de la ciudad, su padre y sus hermanos había conseguido devolver la cordura a su hija.

Al llegar al palacio de Agamenón, Casandra fue viendo lentamente en sus visiones cual sería su muerte, las desgracias continuas que habían sacudido ese lugar maldito y las que estaban por venir. Supo como terminaría la existencia de su amo el gran rey de los aqueos y también el destino de sus asesinos. Por última vez hablo, y describió los pavorosos cuadros en su mente ante un grupo de desconocidos. No la entendieron…

Lentamente, se encamino hacia su destino. Agamenón chilló al ver el hacha que cortaría su cuello. Sus gritos llenaron las paredes del palacio mientras la vida le abandonaba. Casandra en cambio no emitió un solo lamento. Murió en silencio, sabedora del hado funesto que se había cumplido.



Alguna vez he pensado que mi vida es una calamidad… ¡Novato!

(“¡Novato!” lo he usado sin permiso.)

¡Gracias otra vez Ninf!

4 Comments:

Blogger Isi said...

Muy bello, Robert. Casandra siempre me ha llamado la atención, pero hasta donde recuerdo mi personaje favorito ha sido Ifigenia desde que leí Ifigenia en Táuride, de Eurípides. La obra estaba diseñada para el lucimiento de Orestes, pero él no me transmitía nada.

Ays, yo a veces me siento tan impotente como ella, pero por suerte a mí sí me escuchan. A ratos.

9:22 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

¡Ifigenia! Claro, es un personaje interesantísimo. Aunque siempre me confundo con las dos Ifigenias de Eurípides. Mi favorita es aquella en donde la van a sacrificar, con el engaño del compromiso con Aquiles. Aunque bueno, ya desde ahí comenzaban los finales felices sacados de la manga :D

9:48 a.m.  
Blogger Isi said...

Mmm en Táuride se transforma en una salvaje sacerdotisa que realiza sacrificios humanos y que es rescatada por Orestes y su amigo (¿cómo demonios se llamaba? nunca lo recuerdo...). Igual que Perséfone transformándose en Hécate. El Lao Turbio nos persigue.

Me temo.

5:44 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

¿No es esa Ifigenia en Aulide (creo que así se llama)?

¡Bah! Cómo sea, si recuerdo a la Ifigenia sacerdotisa. El amigo de Orestes fue condenado a que nadie recuerde nunca su nombre al primer intento. :S

12:08 p.m.  

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