viernes, julio 01, 2005

Un libro y un día...

"En el aire, sobre los valles, bajo las estrellas, sobre un río, un estanque, un camino, volaba Cecy. Invisible como los nuevos vientos de la primavera, fragante como el aroma de los tréboles que se alzaba en los campos de la tarde, ella volaba. Se deslizaba en palomas suaves como el armiño blanco, se detenía en los árboles y vivía en los capullos, abriéndose en pétalos cuando soplaba la brisa. Se posaba en una rana verde, fresca como la menta, a orillas de un charco brillante. Trotababa en un perro zarnoso y ladraba para oír los ecos que venían de graneros lejanos. Vivía en las nuevas hierbas de abril, en sus suaves y claros líquidos que se alzaban de la tierra de almizcle."

Este es el inicio de un cuento de Ray Bradbury: La bruja de abril, contenido en el libro Las doradas manzanas del sol.
Lo compre hace algunos meses, en un día que recuerdo con alegría. Fue un viernes en que, camino al trabajo, decidí que sería mejor, mucho mejor si, en lugar de trabajar aprovechaba para pasear un poco. Así que terminé pasando al lado de la puerta de la fábrica, pero no me detuve y en lugar de eso fui a una librería que apenas y había visitado una vez antes, pero que recordaba con un buen surtido. Luego de varias vueltas tratando de encontrarla (me desoriento a la vuelta de cada esquina) llegué, y me di cuenta de que no sabía exactamente que es lo que buscaba. No importa, me dije, y empecé a ver libro tras libro en los estantes, hasta que llegue a la parte en donde tenían todos los de ciencia ficción, y ahí estaba Bradbury, con muchos títulos distintos en sus relucientes empaques ( y afortunadamente había también libros sin empaque, lo que me permitía hojearlos). Me decidí por el de las doradas manzanas, porque antes Ninfas me había recomendado el cuento llamado El ruido de un trueno, que está incluido en el mismo volumen.

Después de eso fui a un centro comercial, y entre tiendas y tiendas, y juguetes y juegos, discos y películas pase un buen rato (si, la cultura del consumismo la tenemos impregnada bien hondo). Fui al cine y vi Constantine. Es diferente entrar al cine al mediodía cuando hay muy poca gente, y todos parecen tener una cierta sonrisa de complicidad por estar en ese lugar a esas horas (¿o sería mi imaginación?). A la hora de la comida compre uno de esos Subway (que yo nunca había probado).

Por la tarde, en una función especial con motivo del festival de cine de la ciudad de México, entre a ver La casa de los cuchillos, ahora si, en una sala repleta, aunque pequeña.

Así transcurrió ese día, no hice nada maravilloso, pero recuerdo haberla pasado tan bien, que en mis días grises vuelvo a recordarlo para llenarme un poco de ánimo.

Así pues, el libro de Bradbury esta ligado para mi, a un día especialmente feliz.

¿Soy algo patético? ¿demasiado? Que más da...