miércoles, junio 22, 2005

Marte

Hace ya algún tiempo que leí el primero de los libros de la trilogía de Marte de Kim Stanley Robinson. Aún no he conseguido la segunda y la tercera parte, pero seguro que lo haré, porque con la primera pase muy buenos momentos. Imaginar que llegamos a nuestro vecino mundo y comenzamos a poblarlo es emocionante.
En algún lugar leí que las películas post apocalítpticas eran tan populares porque la idea de comenzar de nuevo, con un nivel de conocimiento mayor sobre las posibles consecuencias de tus actos, así como de una cierta libertad, era algo naturalmente atrayente para los humanos. Bien, otros planetas nos brindan esa misma posibilidad, pero sin necesidad de un apocalípsis.

Uno de mis pasajes favoritos del libro es cuando, uno de los protagonistas, poseedor de un contagioso optimismo, menciona lo siguiente en su discurso a los colonos:


"Marte estaba vacio antes de que llegaramos. Esto no significa que nunca hubiera sucedido nada. El planeta había conocido dilataciones, fusiones, perturbaciones, y al fin se había enfriado, dejando una superficie marcada por inmensas cicatrices geológicas: cráteres, cañones, volcanes. Pero todo eso ocurrió en la inconsciencia mineral, sin que nadie lo observara. No hubo testigos, excepto nosotros, que mirábamos desde el planeta vecino, y eso solo en el último momento de una larga historia. Marte no ha tenido nunca otra conciencia que nosotros.

Ahora todo el mundo conoce la influencia de Marte en la cultura humana: para las generaciones de la prehistoria era una de las luces principales del cielo, a causa de su color rojo y de las fluctuaciones de su luz, y por como retrasaba su curso errante entre las estrellas, y a veces, incluso lo invertía. Parecía que con todo aquello quisiera decir algo. Así pues, no sorprende que los nombres mas antiguos de Marte pesen de un modo peculiar en la lengua: Nirgal, Mangala, Auqakuh, Harmakis. Suenan como si fueran aún mas viejos que las lenguas antiguas en las que los encontramos, como si fueran palabras fósiles de la edad de hierro o anteriores. Sí, durante miles de años Marte tuvo un poder sagrado para los humanos; y su color lo convirtió en un poder amenazante, ya que representaba la ira, la sangre, la guerra y el corazón.

Luego los primeros telescopios nos dieron una imagen más próxima, y vimos el pequeño disco anaranjado de polos blancos y manchas oscuras, que se expandían y se contraían junto con largas estaciones. Ningún avance en la tecnología del telescopio nos dió mucho mas: pero las imágenes captadas desde la Tierra bastaron a Lowell para inspirarle una historia, la historia que todos conocemos, la de un mundo agonizante y un pueblo heroico, que construía canales desesperadamente para contener la última y mortal invasión del desierto.

Era una gran historia. Pero luego las sondas Mariner y Viking enviaron sus fotografías, y todo cambió. Nuestro conocimiento de Marte se multiplicó, literalmente supimos millones de veces mas sobre este planeta. Y ahí ante nosotros apareció un mundo nuevo, un mundo insospechado.

Sin embargo, parecía un mundo sin vida. Se buscaron señales de vida marciana pasada o presente, desde microbios hasta construcciones de canales, o incluso visitantes alienigenas. Como todos saben, nunca se ha encontrado una sola prueba. Y, así, las historias han florecido de manera natural para llenar el vacío, igual que en el tiempo de Lowell o de Homero, o como en las cuevas o en la sabana...historias de microfósiles destruidos por nuestros bioorganismos, de ruinas encontradas en medio de las tormentas de polvo y luego perdidas para siempre, de un gigante y sus aventuras, de un pueblo de pequeños y esquivos seres rojos, siempre vislumbrados fugazmente de soslayo. Y todas esas historias se hilvanan en un intento por dar vida a Marte, o por traerlo a la vida. Porque todavía somos esos animales que sobrevivieron a la edad de hielo, y contemplaban el cielo nocturno maravillados y contaban historias. Y Marte jamás ha dejado de ser aquello que fué para nosotros desde el principio mismo: una gran señal, un gran símbolo, un gran poder.

Y entonces llegamos aquí. Había sido un poder; ahora se convirtió en un lugar."

3 Comments:

Blogger Isi said...

Sí, la idea de empezar de nuevo siempre es atractiva, sobre todo si puede ser en un sitio lejano.

¿Leiste Crónicas Marcianas de Bradbury?

Muacks entre bostezos insomnes :)=

4:11 a.m.  
Blogger Robert Blues said...

De Bradbury apenas tengo Las doradas manzanas del sol, que por cierto, ¡estoy a punto de terminar!

Me prestaron Farenheit 451 y espero comenzarlo pronto.

Y ahora, uno más para mi lista :o

9:07 a.m.  
Blogger Isi said...

Farenheit 451 te va a gustar, es duro pero muy lírico... :D

4:44 a.m.  

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